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A PELUDA E O LOBISHOME

A PELUDA E O LOBISHOME

Recuerdos Históricos. Cercano al camino de Salgueira existe un montículo que lleva el nombre de “Peluda” y otro con el de “Lobishome”; ciertas investigaciones dan el siguiente resultado.
 
Con anterioridad al siglo XVIII, cierto matrimonio de Santiago de Albarellos, tuvo una niña con el cuerpo totalmente cubierto de pelo; la pequeña a medida que iba creciendo, cada vez era más objeto de desprecio y de burla. Sus padres por no ver a su hija en ridículo, optan por marcharse a vivir a un lugar distanciado del pueblo, aprovechando aquella zona por tratarse de un terreno propio para la agricultura y el pastoreo de ganado, soleado y con abundantes manantiales de agua, construyendo allí su vivienda.
 Al poco tiempo de vivir en aquel lugar le nace otro hijo, con las mismas anomalías genéticas, llamándole a este niño lobo-hombre. Como tal los montes recibieron el nombre de la niña y el niño A Peluda y el Lobishome.
LOBISHOME.
 
Según la creencia popular los lobishomes o hombres lobo son individuos que debido a una maldición y por ser el séptimo o noveno hijo nacido de un matrimonio con descendencia de todos varones o hembras, puede nacer con la fada de sufrir una transformación en lobo, tanto en apariencia como en actitud, al cumplir una determinada edad.
 Para que esto no ocurra el hijo afectado por la fada debe ser apadrinado por el hermano o hermana mayores según se trate de hombres o de mujeres.
 
La transformación del individuo en lobishome tiene lugar por la noche y en lugares despoblados, no existiendo unanimidad en cual o cuales serían las noches en las que tendría lugar la metamorfosis: algunos relatos hablan de todas, otros de los miércoles, y otros, de los martes, miércoles y viernes. Pasado este momento recobraría su forma humano pudiendo o no recordar su faceta como lobo.
 
La maldición debe ser cumplida durante un tiempo determinado que puede abarcar desde los siete años hasta toda la vida, no librándose de ella con la muerte pues en el caso de que esto ocurra la maldición se transmitiría a su espíritu.
 
En los relatos populares se recogen diversas formas de poder librarse de la maldición tales como quemarle la piel en el momento de la transformación, herirlo con una bala de plata bendecida o hacerlo sangrar utilizando preferentemente el aguijón del ramo del acebo bendecido el domingo de ramos.

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